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Este
hecho en buen medida ha permitido observar un fenómeno económico creciente en
las dinámicas del consumo habitual de los habitantes de Bogotá, por ende la
incidencia de este fenómeno ha contribuido de forma positiva a la canasta
familiar de los consumidores; involucrando nuevas tendencias y alternativas de
consumo masivo en pequeños nichos de mercado.
Por
consiguiente estas implicaciones económicas han conllevado a la expansión y
desarrollo económico de las “tiendas de barrio” evidenciando mejores
oportunidades y mayor capacidad adquisitiva en los diferentes sectores del
mercado, dando lugar a nuevas dinámicas sociales como por ejemplo: las
relaciones entre consumidores y tenderos de una misma comunidad barrial.
No
obstante es clara la nutrición de la riqueza cultural, por el impulso turístico
que han sufrido lugares tradicionales como las plazas de mercado, dando un paso
gigante en la capacitación de la población para responder a esta demanda
mercantil.
Es
imperante tener en cuenta la repercusión social de fenómenos económicos, como
la creciente desmedida de los precios del dólar en el mercado local de la
capital colombiana. Una de estas consecuencias es el comportamiento de
vendedores inconformes con la alta demanda de consumo, a la cual no pueden
responder de manera satisfactoria debido a las reacciones de los consumidores, que
buscan lugares en donde puedan tener una mejor economía para sus bolsillos (lo
que es difícil); pero a su vez han condicionado a los vendedores en estado de
“rebusque” adhiriéndose a iniciativas como el turismo gastronómico impulsado
por la alcaldía mayor de Bogotá
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